Sunday, March 27, 2005

Amor montañés

Una mañana de esas que parecen primitivas, abrigada de hojas de colores cobrizos y el leve aumento de temperatura, si bien iniciado por lo rayos de sol y ayudado por espasmos matutinos de amor, en los que la joven pareja anida orgullosa en medio de las montañas pobladas de árboles enormes y veredas de tierra húmeda; almas cuya ocasional existencia revolotea en las márgenes de la eternidad y que han llegado a la encrucijada física emocional en que los cuerpos despiertan bañados de cielo emancipando sus sueños, dejando atrás la imaginación y el reto de no verse, uniéndose en progresiones discontinuas volando sobre esa mañana atigrada y ermitaña asoleando los ojos con el primer destello; ese anhelado primer encuentro con la luz del día con que danzan los gorriones y sacuden la tristeza los corazones.

Cada montaña guarda sus propias estrellas, guardando ese vínculo existente entre cada ser. El amante protege a su compañera muriendo por ella, queda tendido en las posibilidades de la resurrección, extenuado su cuerpo pide ayuda mientras suspira y sonríe con gratitud, es una visión única que pasa de la intrascendencia mortal al toque cósmico poblado de infinito.

Vagando en cada punto del destino, la mañana se muestra ahora abundante en sonidos, la lentitud intrínseca de la unión provee sentidos intensamente alterados, y haciendo eco de la injusticia se revive el movimiento del agua al caer una gota tronando el animal instinto en varios trozos, vislumbrando en cada parpadeo los etéreos campos labiales remojados y vividos como el sol brillante que evapora los cuerpos livianos de las almas que se entrelazan.

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